NIETZSCHE. SOBRE VERDAD Y MENTIRA EN SENTIDO EXTRAMORAL

  

 


  En primer lugar expondremos unos apuntes sobre el pensamiento de Nietzsche.
Nietzsche tuvo una formación en filología y filosofía, además fue poeta y músico. Todo ello da como resultado una extensa obra, algo ecléctica en algunos episodios iniciales, pero que   supusieron toda una revolución en el pensamiento  contemporáneo.
 Se trata de un pensador atípico para el tiempo que le tocó vivir. Una época regida por el afán positivista y cientificista que marcaba cada vez más distancias con la metafísica, considerada una disciplina académica llena de errores categoriales, difíciles de analizar con el rigor científico. Además de esto en sus ideas que fueron plasmadas en sus libros encontramos un carácter que fue anteponiéndose a la rigidez del mundo académico. Su primera obra: el nacimiento de la tragedia en Grecia fue pésimamente recibida por el establishment al considerarla una obra nada filológica. En esta obra, plantea Nietzsche algunos aspectos que serán eje central de su pensamiento: la confrontación de lo apolíneo a lo dionisiaco.   
   Los textos de Nietzsche nos inducen a reflexionar sobre esas cuestiones relevantes y fijadas en nuestra cultura, a lo largo del tiempo, sin apenas ser cuestionadas en cuanto a validez se refiere.  La gran facultad del pensador alemán, es ponerlo todo patas arriba, no solo cuestionando lo establecido hasta entonces, sino también  la de alertarnos de los excesos de una razón monolítica, científica que conduce a cierto extremo. Pero la cosa va más allá. Para el pensador alemán la cultura occidental está en crisis en cuanto a valores se refiere. Se trataría de una cultura enferma, carente de idea prometedoras, ahogada en un nihilismo que no tiene solución. Las tesis que sostiene Nietzsche son  la necesidad de inversión de valores. La superación del nihilismo estaría en manos del propio hombre. Superar su situación de abandono ante el abismo que se le presenta bajo sus pies. El pensamiento de Nietzsche es una crítica a nuestra cultura, buscando sobre todo, vías de escape a un pensamiento laxo, a un lenguaje indiferente a la propia diferencia.
   El mundo de los conceptos es clave en el pensamiento de Nietzsche, ya sea que se utilicen para explicar el mundo, mediante el intelecto, o para dar validez a las ficciones que es mismo intelecto va creando, cuando se topa con algo inclasificable e inexplicable por la razón. 
Nietzsche se enfrenta al idealismo alemán cuyo mayor adalid es el uso de una razón teórica, justificada a base de tildar de erróneo los postulados de la metafísica. Para Nietzsche esta razón sería un sujeto absoluto pero impersonal que sobredimensiona sus capacidades a la hora de hablar de conocimiento.
   El pensamiento de Nietzsche es recursivo y  abierto a la interpretación, pues no se aferra a ideas cuya cancelación no permitan una perspectiva distinta. El mismo autor parece contradecirse en muchos escritos. Para muchos críticos esa aparente contradicción es  intencionada para crear la duda en el lector, y por tanto, su  total implicación en el proceso interpretativo del pensamiento nietzscheano. Un pensamiento que tiene su génesis en las cosmovisiones griegas y las confrontaciones entre lo apolíneo, la razón, y los dionisiaco, el mundo irracional y pulsional de los humanos. Este aspecto, la oposición de lo apolíneo y de lo dionisiaco, será vertebrador en la obra de Nietzsche pues considera que esa dicotomía es clara en la cultura occidental y que se reflejará en todos los aspectos de esa cultura. A partir de es confrontación, Nietzsche instaura un pensamiento basado en la sospecha de que todo lo que sustenta a nuestra cultura está basada en errores, en mentiras que disfrazan la verdad mediante el uso de la metáfora. El hombre es consciente de esta situación pero se siente cómodo y da buen empleo de la mentira. Nietzsche a través de sus escritos busca hacernos partícipes de su hallazgo concediéndonos el privilegio de ser nosotros mismos los que desenmascaremos al traidor, a esa mentira disfrazada de verdad.
Para Nietzsche, quienes manejan los hilos  poseen manos demasiadas humanas; manos que van cercenando toda posibilidad de alternativa a las interpretaciones que susciten  ideas relacionadas con el conocimiento. De esta forma  surgen las mentiras como si de verdades se trataran. Se trata de un ejercicio de soberbia del hombre que Nietzsche denuncia en sus aforismos. Éstos invierten  los valores acumulados hasta entonces por la cultura europea. Los aforismos, con los que suele expresarse Nietzsche, inician la llamada filosofía de la sospecha junto a Freud y Marx. Se trata de una inversión de valores que sustentan la cultura europea y que en el caso de Nietzsche es contundente.

  Para Nietzsche la verdad es tratada con la vehemencia que la metáfora permite a la hora de definir la realidad que el propio concepto encierra, es decir, la verdad resulta ser una verdad interesada en pos de su utilidad para la vida. La verdad tratada así es realmente la mentira apoyada, como hemos dicho, en el uso metafórico de la palabra.
Nietzsche como buen filólogo que es, sitúa en sus escritos la procedencia etimología de las palabras relevantes. En una labor antropológica y arqueológica las palabras son de- construidas en su origen para constatar las derivas que se lleva a cabo a la hora de constituir los discursos constructivistas del conocimiento que ciertos hombres llevan a cabo cuando hablan de la verdad. Estos discursos que tienen carácter legislativos, a veces, contienen una verdad amplificada que nada tiene que ver con la verdad que el hombre común mantiene en la vida y que está muy lejos de lo que entendemos por conocimiento propio de filósofos y científicos.
En ese empeño de una utilidad práctica  de la verdad, el hombre se emplea a fondo aún a costa de servirse de la mentira. Para este hombre la finalidad principal es la de vivir lo mejor posible, y si es necesario, recurrir a la mentira como metáfora de la verdad para la consecución del hecho en sí.
La ficción sería para Nietzsche el terreno donde mejor se siente el hombre. Un lugar incierto de ilusiones y donde el lenguaje distorsiona   la realidad, en su afán por captar las relaciones entre el sujeto y el objeto. Captar las esencias, el noúmeno, la cosa en sí a base de conceptos manidos que refiere al mundo empírico. la repetición constante de esos conceptos hace creer en una verdadera relación de causalidad, tal como nos dice el propio Nietzsche:
...del mismo modo que un sueño eternamente repetido
sería percibido y juzgado como algo absolutamente
real. Pero el endurecimiento y la petrificación  de una 
metáfora no garantizan en modo alguno ni la necesidad
ni la legitimación exclusivas de esa metáfora.

En la ficción el hombre es feliz y su tendencia es dejarse engañar las veces que sea necesaria. El intelecto es el maestro de la ficción que va arrojando las metáforas a diestro y siniestro. El hombre las recoge y arma su andamiaje conceptual para su beneficio, para su cotidianidad. A veces el hombre  racional camina junto al hombre intuitivo. Lo apolíneo y lo dionisiaco enfrentados mutuamente. El hombre intuitivo se arriesga a salir del edificio conceptual aún a costa de sufrimiento y de tropezar una y otra vez en la misma piedra. El paso siguiente es el momento en que decide llevar a cabo la obra maestra de la ficción: su rostro contraído, alterado es cubierto por la máscara con digna simetría en los rasgos. La máscara cubre todo su ser, no queda a la vista el más mínimo atisbo desasosiego  o malestar.
La máscara para Nietzsche es la consumación de la mentira. El gusto por ocultarse en lo singular frente a lo universal. 
Nietzsche nos presenta una visión particular del hombre sumido en un mundo de ficciones y que paradójicamente presenta como verdadero. La crítica de Nietzsche se extiende a todos los sitios ocupados por el hombre en su afán por conceptualizar el conocimiento. La Ciencia es unos de esos lugares al que acusa de un excesivo cientificismo  a la hora de clasificar todo lo regular a base de la creación de más conceptos. como resultado: el mundo del hombre racional que se apoya en la ciencia del orden.
   Enfrentado a ese hombre racional, el otro irracional e intuitivo que toma como verdadero lo que se encuentra disfrazado, enmascarado de belleza, y, como no, todo lo que le hace feliz, aunque, como hemos dicho anteriormente, sea todo una gran mentira.
La cuestión peliaguda para ambos hombres es su gran insatisfacción, pues el hombre racional está embebido en ese afán de preverlo todo mediante los conceptos científicos. El hombre irracional, por su lado, se ahoga en su mentira constantemente, porque aún no queriendo la verdad propuesta por la ciencia, tampoco es del todo feliz. Su anhelo está puesto en el mundo de ficciones pero que no le conduce a nada, como mucho a un nihilismo que poco a poco se va consumando. 
En ambos casos el perfil de hombre que dibuja Nietzsche es un perfil neurótico. La felicidad es la que produce los actos neuróticos mediante la consumación del deseo a la permanencia y a la posesión de los objetos que hacen que sea momentáneamente feliz.
La respuesta de Nietzsche a todo esto es la idea de una pérdida del hombre al miedo  al cambio. El superhombre que no tiene necesidad de previsión porque cree en el cambio, en un universo en constante cambio. El universo, y por tanto, el hombre mismo están llenos de contradicciones, de cambio.































   







   

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